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Publicado el 20 Mar 2017

Tercera y cuarta edad...¡y las que haga falta!

Una característica del envejecimiento es la progresiva pérdida de la capacidad de adaptación y de reserva del organismo, en sus diferentes órganos y sistemas, haciéndole más vulnerable ante situaciones de estrés y por lo tanto más vulnerable ante la enfermedad y la degeneración. Es conocido por tanto que en las etapas finales de la vida es más frecuente la presencia de enfermedad, siendo raro encontrar algún anciano que esté libre de algún proceso mórbido de tipo crónico y que goce de una perfecta salud.

Los estudios en la población demuestran que se encuentra una enfermedad de forma objetiva en el 80-90 % de la población anciana. Los porcentajes son mucho menores si se pregunta directamente a la persona mayor si padece algún tipo de enfermedad, dado que algunos de estos procesos crónicos de gran frecuencia en estas edades se asumen como normales o se confunden erróneamente con el propio envejecer (cataratas, artrosis, diabetes, etc.). No tendría porqué ser así, el envejecer no tiene porqué ser sinónimo de enfermedad. Envejecer tiene que ser sinónimo de experiencias y de “salud madura”, y eso buscamos con la quiropráctica. Que la edad es un factor importante en el proceso de salud/enfermedad es innegable, pero no tiene porqué ser un factor determinante.

En todo caso es necesario resaltar que aún con la presencia tan frecuente de enfermedad, el proceso de envejecimiento es muy heterogéneo y variable entre diferentes individuos. Nos encontraremos con individuos que llegan con un excelente estado de salud a los noventa años o más y han envejecido con éxito, aún con algún pequeño achaque. En el extremo contrario podremos encontrar enfermos que en la sexta o séptima década de su vida presentan graves deterioros causados por diferentes enfermedades, encontrándose en una situación de envejecimiento patológico o acelerado.

Esto es lo que se llama diferencia entre la edad biológica real de nuestro organismo y la edad cronológica que nos marca la edad. Los ancianos por tanto pueden verse muy beneficiados por el cuidado quiropráctico, cambiando la creciente tendencia a la sobremedicación y a sus posibles y más que probables efectos secundarios, y paliando el proceso de degeneración de muchas de sus patologías.

Encontraremos que nuestros pacientes de mayor edad refieren una mayor vitalidad, una mayor movilidad, una actitud mucho más positiva ante la vida, y más resistencia. Se cansan menos, descansan mejor, tienen más ganas de hacer cosas y cada día se convierte en una nueva aventura por vivir. Muchos presentan una mejoría notable en procesos crónicos a priori irrecuperables, y disminuye, incluso desaparece, la cantidad de medicación a tomar.

Es frecuente que cuando un paciente de edad madura viene al centro lo primero que te diga es que lo que desea viniendo a la quiropráctica es disminuir sus dolores o que incluso desaparezcan. Pero esa visión "focalista" de la salud va cambiando cuando descubren que no solo mejoran a este nivel, sino que la quiropráctica les aporta una nueva forma de vivir sus días con energía, un mayor descanso, una desintoxicación química (muchos dejan de tomar sus medicinas crónicas) , y una expectativa de vida más vitalista y positiva.

 

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